Relato nostálgico (filial o casi…) sobre un amor de 4 patas

Por José Armando Polanco Peña

El domingo llegué a la casa cuando moría la tarde. Lo vi en el patio taciturno y lo llamé con un silbido, como siempre, pero no pudo voltear a verme; noté que lo intentó, pero no pudo.

– ¿Qué le pasa?, le pregunté a Carmen.

Tiene varios días que no come, me respondió.

Le acaricié la cabeza y entré a mi habitación. A él le gustaba tumbarse para que le rascara la panza. Cada noche me esperaba en la entrada de la casa para ese ritual, era algo entre perros.

También le gustaba correr desenfrenadamente por toda la casa, su alegría desbordante me preocupaba y llegué a pensar en algún momento que se drogaba. Era todo un personaje. Para él cualquier cosa que encontrara en el suelo era mordible, todo lo que estaba ahí era de él y solo de él.

Relato nostálgico (filial o casi…) sobre un amor de 4 patas. (Favor hacer clic en la imagen para ampliar).

Recuerdo que una vez le hablé seriamente sobre la costumbre de correr con mis medias por la casa. No bien me las quitaba cuando ya salía corriendo con una.

Mientras le hablaba sobre el tema solo me miraba y ladraba, me hacía la idea de que todo estaba claro. Al día siguiente me daba cuenta que no nos entendímos porque igual volvía a robarme la media. No lo entendía, pero igual le hablaba; para mi era uno más de la familia.

Con el tiempo se adueñó de más espacios de la casa. Se hizo amigo de los deliverys, aunque los seguía con la mirada desde la galería hasta que llegaban a la calle. Era lunes en la mañana cuando mi hermano me dijo: “se murió el perrito”.

¿Qué pasó?, le pregunté a Bambo.

No sé, me dijo con su característica voz rustica.

No podía creerlo. Llamé a Carmen, para confirmarlo. Lo habían llevado al veterinario para vacunarlo, al parecer se había intoxicado. No sabemos con qué, no sabemos cómo, pero ya no está. En el patio quedaron sus platos, un hueso de hule y una camita en la que ya no cabía desde hace tiempo.

También me quedó una mordida en el talón del pie izquierdo. Más tarde entendí que no me quiso mirar la tarde de ese domingo porque sabía que estaba muriendo y no se quería despedir con una cara de tristeza.

No sé si iremos al mismo cielo…!!!

El autor es: Periodista

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